No le gustaban las ovejas, así que comenzó a contar luciérnagas para quedarse dormido. Pero pronto la habitación se llenó de luz y fue imposible conciliar el sueño.
Eran las siete de la mañana. Me acarició como nunca antes lo había hecho, con esa suavidad que sólo da un amanecer. Me dejé rozar la cara por sus dulces rayos, deseosos de envolverme. La luz del sol y yo, volvíamos a despertarnos juntos.
Aquel no era su mejor dia. El traje del año pasado le quedaba pequeño, perdió el autobús y cuando llegó a su esquina habitual de trabajo, otro Papá Noel le habia usurpado el sitio. Pero él seguía sonriendo y deseando una Feliz Navidad!!