Cuando miro por la mirilla, allí está él con el ramo de flores de todos los primeros de mes. Me saluda amablemente y pregunta por Amelia. Todavía no ha llegado, contesto yo. Déle recuerdos de mi parte, dice contrariado, y se va, dejándome el ramo. Me encantan las flores. No me atrevo a decirle que Amelia ya no vive aquí.