Como cada tarde, Doña Concha, subía el volumen de su tocadiscos. Francisco Alegre, El Beso y Suspiros de España llenaban de melodías el salón de su casa y traspasaban las paredes hasta los oídos de José.
Ayer, como cada tarde, José esperaba escuchar los pasodobles desde la casa de su vecina, pero no sonaron. Pasó una hora y otra. Nada. Se levantó, salió de casa preocupado y tocó en la puerta vecina. Doña Concha abrió con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Mira lo que me han regalado! – dijo la mujer. Con la ilusión de una niña pequeña, le enseñó el ipod rosa donde estaba escuchando todos sus pasodobles.
Y tres
Hace 6 días
Las nuevas tecnologías rompen las costumbres de siempre.
ResponderEliminarMe gustó.
Un saludo indio
Vaya, menos mal que fué lo del Ipod, ya empezaba a ponerme triste!!! Buen giro, eso si que no me lo esperaba.
ResponderEliminarBesos!
Esther
Muy lindo relato, nostalgia, suspenso y final inesperado en cuatro lineas.
ResponderEliminarMe ha gustado muchoo!!
ResponderEliminarBesitos Maria Luisa!
Tienes algunos problemas de puntuación, Marialuisa.
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