Él, siempre con su impecable traje hecho a medida, zapatos de lujo, pañuelo en el bolsillo y periódico en mano, se sienta como cada mañana en la cafetería de la esquina. Después de tomarse el capucchino, saluda al camarero y se va sin pagar. Aunque tenga 80 años, sigue teniendo influencia en el barrio. Ser gangster retirado es lo que tiene.
Punto de inflexión
Hace 59 segundos
Precioso,es como un inicio de película.
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