Él, siempre con su impecable traje hecho a medida, zapatos de lujo, pañuelo en el bolsillo y periódico en mano, se sienta como cada mañana en la cafetería de la esquina. Después de tomarse el capucchino, saluda al camarero y se va sin pagar. Aunque tenga 80 años, sigue teniendo influencia en el barrio. Ser gangster retirado es lo que tiene.
Tragaldabas
Hace 4 días
Precioso,es como un inicio de película.
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