Todos los miércoles voy a visitarlo. Él siempre me pregunta por mi marido. Que si no se enfada porque yo venga a visitarlo, que qué tal le va en el trabajo, que si sigue jugando al dominó,....
Yo le contesto, casi con lágrimas en los ojos, y él me mira con la dulzura de siempre. Igual que cuando nos casamos, hace cuarenta años, aunque él ya no se acuerde.