Veía su figura a través de los cristales. Cayó al suelo herido en una pierna. La sangre manaba de la herida y él se retorcía de dolor. Una puñalada en la espalda le hizo gritar. Su cuerpo estaba bañado en sangre. Nadie salió en su auxilio. Yo, desde el salón, seguía clavándole las tijeras al muñeco de vudú.
viernes, 14 de mayo de 2010
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Buen castigo sí. Si se pudiera... igual intento, jeje
ResponderEliminarUn saludo indio
Buen micro. Saludos.
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