Siete de la mañana, estaba sólo en la playa viendo amanecer. Todavía llevaba puesto el pijama de rayas que le regaló su abuela por su décimo cumpleaños. Pero no le importaba. La brisa del mar le daba en la cara, el sol no le dejaba ver y era el niño mas feliz del mundo. Cuando vivía en Madrid no podía ver aquel bello paisaje, el mar quedaba lejos. Ahora, desde la ventana de su habitación en la 4ª planta del hospital, tampoco se ve el mar. Parece que de momento nadie se ha dado cuenta de su ausencia.
Descansillos
Hace 8 horas