sábado, 26 de junio de 2010

NO ES UN DÍA CUALQUIERA

No sabía quién era. Cada viernes, a medianoche, entraba por la ventana de su habitación y le hacía el amor. A oscuras, sin decir una palabra, sólo se limitaba a escuchar cómo ella gemía y alcanzaba el clímax. Al terminar, le dejaba una rosa, su flor favorita, en la mesita de noche, y desaparecía. Así todos los viernes. Justo el día que su marido no dormía en casa.

2 comentarios:

  1. Vaya casualidad, oye. Estas coincidencias a veces vienen bien. ¿O acaso me lo niegas?

    Blogsaludos

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  2. Me recuerda la canción de Cecilia, la del ramito de violetas.

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