Tom era un niño propenso a enfermar. Su habitación daba a una calle muy concurrida donde un negro y su saxo amenizaban sus mañanas febriles. El pequeño Tom asomaba por la ventana con el termómetro en la boca, mientras su madre le rogaba que volviese a la cama. Allí disfrutaba de las viejas melodías de Paquito D´Rivera y Tommy McCook, y olvidaba los gritos que subían desde la planta de abajo. Al anochecer, cuando el negro se marchaba, le decía adios desde su ventana y se acostaba, rezando para seguir enfermo unos dias más.
Criptografía
Hace 4 días
Me le imaginado, ya de mayor, tocado en un bar, con un grupo de jazz o algo parecido.
ResponderEliminarMe he visto en Orleans.
Un beso.
Cualquiera no.
ResponderEliminarBlogsaludos
Felicidades, marialuisa.
ResponderEliminarMuy buen micro.
Besos.
Muy bueno, Marialuisa. Pobre niño...
ResponderEliminarUn besazo preciosa.
Cuando enfermas de belleza no quieres curarte jamás.
ResponderEliminarPrecioso relato.
Un abrazo
Un bello y crudo relato...preferia estar enfermo un poco más.
ResponderEliminarUn abrazo amiga .
Dicen que la música alimenta el alma y acaricia el corazón. Por eso existe la musico-terapia
ResponderEliminarSensible relato amiga.
Muchos besos!